¿Alguna vez has consumido algo que, según su letra pequeña, te indica que si pasan más de tres días no lo hagas? Es probable que no supiera bien, y no te extrañes. Ya no era lo que tenía que ser. Eso ha pasado con nosotros. Hemos caducado. Mis disculpas se han desgastado. Ya caen en saco roto. Tus te quiero también empiezan a saber agrio, y cada vez suenan más de lejos, con más duda que sentimiento. Retumban en un vacío que nos mantiene separados. Te quiero. Quiero. (H)iero. Porque sí, nos estamos hiriendo, nos estamos clavando palabras puñalada que por mucho que intentásemos sacar, íbamos a sangrar igual.
Dueles en cada poro de mi cuerpo. Me aprieta el pecho, no sé si porque ya no te tengo o porque no entiendo lo que ha pasado. Como hemos llegado hasta donde hemos llegado. Como hemos derrapado justo ahora que habíamos cogido velocidad de crucero.
Dia 16 contigo, pero sin ti. Hace poco era capaz de hacerte feliz, y ahora, te veo mejor sin mí. No sé cuándo empezamos a ir en sentido contrario, cuando decidimos navegar cada uno hacia un lado, sin tener en cuenta que la solución no estaba al final de ninguno de los caminos que eligiéramos, sino en los ojos del otro. Pero nuestro barco empezó a rendirse ante tanta tormenta. Crujió surgiendo Un agujero cada vez más grande por el que se filtraba el agua, hundiéndonos poquito a poco, más y más.
Escribo esto después del naufragio, desde un peñón al que me he agarrado. Es un grito de auxilio. He saltado sin saber nadar, no me quiero ahogar. Puede parecer cobarde, que he huido, que he abandonado. Yo lo veo más como un evadirse a tiempo. Intentar salvar lo poco que ya tenemos. En fin, socorro.
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