Una vez me enseñaron la diferencia entre el infinito y la eternidad. Es relativamente sencillo: algo “infinito” tiene principio, pero no final; mientras que el algo “eterno” ni empieza ni termina. Y así empecé a amar a partir de entonces, con eternidad.
Ahora, años después, y pensando que ya conocía el secreto, me han dicho que la eternidad no dura más que el momento presente. Que el “siempre” no existe, que el tiempo es un invento, que nada es imperecedero. Y así voy a amar a partir de ahora, siendo consciente de que éste, y no otro, es el mejor momento.
Porque la verdad es, que no hay otra vida. Ayer ya no me importa, y mañana aún no me preocupa. Tengo el día vigente, y con eso es suficiente. He sido fiel al segundero y minutero incondicionalmente, pero es hora de olvidar que hora es, es hora de cambiar, es hora de crecer, de despertar. Es hora. Y no voy a conformarme con nada, no quiero “casis” ni “¿y sís?”. Porque cuando despierte cada mañana, quiero sentir que no me falta nada. Tampoco voy a arrepentirme porque cada cosa que haga, la haré con el alma. Si todo es efímero, quiero sentirlo a fuego lento, disfrutando cada llama dentro de mi cuerpo haciéndome sentir libre, con mi propio tempo.
Y en cuanto a lo que amar se refiere, lo haré exenta de cadenas. Sin que influya el pasado, sin que el futuro comprometa. Sin pensar en la duración, teniendo solo en cuenta como llena mi corazón. Amaré la existencia día a día, agradecida.
Comments